lunes, 22 de junio de 2020

De monumentos, estatuas, asesinos, víctimas y verdaderas conmemoraciones.




I

Estatua es una obra o pieza escultórica que imita una efigie humana, de pie, sentada o a caballo - en este último caso se llama ecuestre – y casi siempre las estatuas son conmemorativas, digo esto porque en cuánto a los moais de la Isla de Pascua no estoy seguro de que rindan homenaje a algo o a alguien en particular. Lo que si sé es que los gobiernos nacionales o locales para perpetuar ciertas hazañas o virtudes de algunos de sus ilustres miembros, han solicitado bustos y estatuas, a sus mejores artistas o los han confiado a talentos en el extranjero y, por ésta razón, las ciudades terminaron repletas de estatuas, que pillastres, tan abundantes en la burocracia de este país, compraban a precio de remate en depósitos de ayuntamientos que prescindieron de esos encargos tan onerosos por diversas razones. Una – se me ocurre - tal vez sea porque descubrieron la inutilidad e impertinencia de colocar el bulto en determinado espacio público pues o se trataba de un carnicero de alguna guerra desigual o de un redomado traficante de seres humanos, elevado a la condición de Héroe nacional.
Moais en la Isla de Pascua


II

Tal como nos señala Wikipedia: “Las estatuas han sido un elemento constante en muchas culturas y sociedades. Con ellas, imitando modelos reales, se intenta evocar a dioses, personajes, o conceptos como la libertad y la justicia”…. casi siempre, porque desde que el mundo es mundo hemos sido testigos de que no siempre se han logrado plasmar auténticos deseos humanos, deseos que aunque han terminado encarnándose en materiales semejantes a la piedra como mármoles y alabastros, calizas y granitos, metales como el hierro y hasta aleaciones como el bronce, han sido cuestionados siempre en la forma y nunca en el fondo. Podemos colocar o incorporar cualquier monolito a una calle o avenida o parque, si quisiéramos, siempre que sea en un espacio público. Es como depositar en una urna, y no en una caja de galletas - como en la producción nacional Viejos Amigos -, las cenizas de un ser querido y mantener ese recuerdo cerca de uno, en una singular ermita construida en un también singular jardín.
Escena de la producción nacional "Viejos amigos" 


III

Algunas construcciones humanas, verdaderas moles de concreto, vidrio y acero o algunos también ciclópeos monumentos de piedra en el desierto, han tenido parecida finalidad, perpetuar la gloria de un personaje, una idea o un acontecimiento. Diversos acontecimientos le han ganado al olvido porque tenemos, para recordarlos, verdaderos recordatorios de las miserias y egoísmos que los motivaron o de los verdaderos avales morales que los inspiraron. Como aquel cementerio que guarda los restos de la casi totalidad de los componentes del Séptimo de Caballería que fue derrotado y casi aniquilado por una coalición de pueblos originarios en unos lejanos 25 y 26 junio de 1876, en la batalla de Little Big Horn y no en la llamada zona Rayos X. Los faraones egipcios solían perpetuar su memoria, mudándose bien muertos a cómodas cámaras funerarias, con sus criados de confianza, diseñadas ex profesamente en el interior de pirámides y mastabas; y hasta de las derrotas intentamos eternizar ciertos valores de los militares de ayer que los de hoy no tienen, cuando rendimos veneración a los monumentos a Bolognesi, al Brujo de los Andes, a la batalla del Dos de Mayo, etc.
Monumento a Caballo Loco, vencedor en Little Big Horn

IV

No siempre hemos sido testigos de la destrucción de edificios representativos, como aquellas Torres Gemelas que encarnaban la codicia del sistema capitalista mundial, pues allí la mano invisible del mercado mundial ponía los precios de toda la producción de nuestros pobres países. El café, el arroz y hasta los limones, encontrarán su precio de referencia, su precio de mercado, en el lugar físico que ya reemplaza al World Trade Center; entonces, exactamente, así como se reconstruyeron las aldeas que fueron quemadas por el napalm en Vietnam, igualmente esos edificios tuvieron su reemplazo, porque el mundo tiene que seguir funcionando, hecho que Jorge Lavat, en el poema Desiderata, nos advierte siempre que lo escuchamos, muy amablemente, “indudablemente, el universo marcha como debiera”.
Aldea vietnamita arrasada con napalm norteamericano

V

A lo que quería llegar era a que después de certificar que hay un movimiento de repulsa mundial al asesinato de un ciudadano norteamericano, poco o nada sirve a la memoria el hecho de que el sistema haya premiado a algunos de su color, del color del asfixiado, con cargos muy importantes como la Secretaría de Estado o la Consejería de Seguridad Nacional, en tiempos de George Baby Bush, y que entre ambos funcionarios de color hayan impulsado la destrucción de Iraq y del Medio Oriente, mintiéndole a la ONU respecto de la existencia de armas de destrucción masiva, u ordenando el secuestro de ciudadanos para luego ir sembrándolos en cárceles clandestinas regadas por todo el mundo, donde los torturaban, y luego los desaparecían o al final, eran mostrados con monos naranja, muy fujimoristas, en la prisión que tienen en el territorio robado de Guantánamo. O que, entre las tropas que acudieron a Detroit a reprimir los disturbios que ocasionó el asesinato de Martin Luther King o aquellas que, entusiastamente, salieron a pisotear países y pueblos como Panamá en 1989, había ciudadanos del color de George Floyd. Agreguemos que, la mayoría de los votantes del Partido Demócrata son ciudadanos de color y que al apoyar a este partido, que solamente se distingue del Partido Republicano por su política interna, también apoyan invasiones, masacres, bloqueos económicos que asfixian pueblos, y hasta políticas de represión y hambre que no cesan de aplicar a los haitianos, por ejemplo, que son el pueblo más desamparado de América.
Estatua de Colón, derribada en Minneapolis

VI

Creo que en El Periódico catalán, leí una nota que refería una especie de fiebre episódica en las muchedumbres actuales que les impulsaba a derribar estatuas de personajes, que nos parecían insignes y hasta patriotas, por ser culpables de racismo o la ejecución de una carnicería en nombre de políticas racistas y coloniales, lo uno va con lo otro. ¿Sería desproporcionado solicitar que las estatuas de D´Annunzio sean desmontadas de sus pedestales por su participación en la fundación y gobierno del Fiume, hechos que luego inspirarían al Duce? Definitivamente, sí. Pero, hay hechos que, sin lugar a dudas, merecen reprobación eterna y sus autores no deben estar registrados ni en notas necrológicas y menos figurar en los libros de historia. De ninguna historia. Las credenciales del monje guerrero Fray Andrés de Urdaneta, quien fuera lugarteniente del sanguinario alto y rubio conquistador Pedro de Alvarado, han sido suficientes para que se le envíe al alcalde de la localidad vasca de Ordizia una petición que va en ese sentido. Retirar la estatua de un cura que aparece como un misionero desarmado con dos nativos emplumados, en el conjunto escultórico, situado en la Rotonda del Ayuntamiento de la ciudad donde es hijo predilecto, sería un acto de justicia. Ni el Tornaviaje, de Filipinas a España, ni los descubrimientos de nuevas tierras pesan más que las calamidades que causó a los indígenas. Más aún, cuando en el País Vasco ejecutan muy bien la Ley de Memoria Histórica, según aluden los autores de la epístola, y porque Urdaneta y otros carniceros debieron tener perfectas noticias de las Leyes de Burgos sancionadas el 27 de diciembre de 1512, que surgieron por la preocupación de la Corona por el trato a los indígenas, que fue denunciado por los padres dominicos. Fray Antonio de Montesinos pronunció un poderoso sermón el cuarto domingo de Adviento de 1511, en la isla de Santo Domingo, uno de los epicentros de las masacres de indígenas iniciadas por Colón, otro con estatuas derribadas, pronunciándose sobre si era ética la conquista en esos términos oprobiosos, pues la condición humana que también era un atributo indígena iba de la mano con su libertad. Urdaneta era agustino, De las Casas y Montesinos eran dominicos.
Monumento a Urdaneta en Ordizia, País Vasco

Epílogo

En realidad, también quería mencionar a Domigo Choc Che, indígena maya asesinado el pasado 6 de junio en la comunidad de San Luis, departamento del Petén, en Guatemala. Choc Che tenía un “conocimiento profundo de las plantas, de las oraciones que hacía, una formación que traía desde su infancia, de sus abuelos maternos y que fue cultivando hasta convertirse en un experimentado”, explica el también guía espiritual Rolando Quib. Y es que el abuelo Domingo, como también se le conocía, también formaba parte de investigaciones científicas sobre medicina maya, que en colaboración con universidades europeas, buscaban la creación de literatura médica sobre el ancestral conocimiento maya de las medicinas naturales, evitando que biopiratas patenten esos ancestrales conocimientos y lucren con eso, tal y como pretenden hacer algún día las clínicas privadas peruanas con la salud de los pobres que se atreven a ingresar por coronavirus o por cualquier emergencia a sus antros de lujo y lucro. Domingo, sabemos enfrentó también un contexto en el que a la pobreza material de los guatemaltecos se le ha unido la pobreza espiritual que la infinidad de iglesias de carácter evangélico y mal llamadas protestantes, importadas de yanquilandia, que pontifican sobre la Teología de la prosperidad, y que lograron convencer a los asesinos de Domingo de que era un brujo y uno muy temible. No interesa si se combinaron los intereses de los biopiratas y los de los evangélicos, o si fue un laboratorio rival de esas universidades europeas el que con su muerte saboteaba otro esfuerzo auténtico de preservar la medicina del pueblo que es para el pueblo. Domingo Choc Che, maestro, guía espiritual y experto en plantas medicinales y saberes ancestrales mayas, ha muerto cobardemente asesinado. Domingo sí merece una estatua.
Pequeño homenaje a Domingo Choc Che


martes, 9 de junio de 2020

Los trabajadores, de los tiempos del cólera a los del coronavirus

Manifestación en Trafalgar Square



I

Contaba Eduardo Galeano, mejor diríamos leía, en una Conferencia de Ciencias Sociales auspiciada por CLACSO y la UNESCO, en la Ciudad de México, en noviembre del 2012, unos textos en los que hacía referencia a los derechos laborales. Pero no lo hacía desde el frío e imparcial punto de vista del historiador, ni tampoco del jurista prestigiado en códigos laborales y ni aún, como el entusiasta defensor de los derechos de los de abajo, que siempre fue. Lo hacía desde una óptica distinta, preguntando y preguntándose “¿los derechos de los trabajadores son ahora un tema para arqueólogos? ¿Sólo para arqueólogos? ¿Una memoria perdida de tiempos idos?”, pues lo que hacía era cuestionar por qué, en el presente, conquistas del proletariado que habían sido obtenidas con muchos esfuerzos, sacrificios y mártires de Chicago incluidos, no habían servido de mucho porque gobiernos y empresarios habían simplemente destrozado, o “despedazado”, según él, dos siglos de conquistas de derechos por parte de los obreros.
 
"Un soir de greve" por Laermans

II

Pues bien, uno de los textos que leyó se llamaba “Una enfermedad llamada trabajo” en la que empieza recordando al célebre médico italiano Bernardo Ramazzini, nacido en Capua (Italia) el 4 de octubre de 1633. Ramazzini, padre de la Medicina Ocupacional, que después de egresar de la Universidad de Módena en Italia, se centró en las enfermedades del trabajador, visitando los lugares de trabajo, observando las actividades o modus operandi del trabajador y discutiendo in situ sus enfermedades. Es así que, en su libro "De Morbis Artificum Diatriba", ofrece un examen minucioso de la etiología - además de los virus y bacterias que son los factores más comunes - de las afecciones propias de los distintos oficios que existían antes de la Revolución Industrial en la sociedad estamental del Antiguo Régimen, y, por ejemplo, escribió: "He notado a panaderos con las manos hinchadas y dolorosas, de hecho, las manos de todos estos trabajadores se espesan mucho por la presión constante de amasar la pasta”. Y aprovechaba Galeano para recordarle al auditorio que este médico rarísimo para su época comenzaba preguntando “¿En qué trabaja usted?”
Ramazzini, prosiguió leyendo Galeano, en su libro considerado como el primer Tratado de Medicina del Trabajo, “describió – una por una – las enfermedades frecuentes en más de cincuenta oficios. Y comprobó que había pocas esperanzas de curación para los obreros que comían hambre, sin sol y sin descanso, en talleres cerrados, irrespirables y mugrientos.”

Manifestación del 1° de Mayo de 1920 en París, reprimida

III

Otro singular médico, discípulo de aquel célebre italiano, fue el inglés Percivall Pott, quien, en tiempos de la Revolución Industrial, se preocupó por la suerte de los obreros pobres. Pero, no está demás decir que las condiciones laborales de los obreros textiles, por ejemplo, eran en aquellos tiempos, materialmente precarias y de indefensión ante la voluntad del dueño de la fábrica. Esta situación se explica por la carencia de organizaciones sindicales y la desprotección estatal en el ámbito laboral, además de que el trabajo de los niños era común entre las familias campesinas y artesanas. En las primeras décadas de la revolución industrial, una gran cantidad de niños y niñas trabajaron en las fábricas y en las minas de carbón. Pero, no solo trabajaron en las fábricas, donde nacían y morían literalmente sin ver el sol, sino en otros oficios más terribles e indignos.
Había un grupo de niños que especialmente interesaron a Sir Percivall Pott. Eran los niños deshollinadores. Esos niños, delgados y larguiruchos, que descendían por la boca de cualquier chimenea doméstica o industrial, tenían el trabajo de limpiarla por dentro y dejarla sin hollín. Termina Galeano el relato: “Y entre otros hallazgos, Pott descubrió por qué era tan breve la vida de los niños deshollinadores. Los niños se deslizaban desnudos por las chimeneas, de casa en casa, y en su difícil tarea de limpieza respiraban mucho hollín. El hollín era su verdugo.”

Manifestación de trabajadores en Francia.

IV

Galeano otra vez al ataque. Esta vez, precisándonos el número de convenios de la OIT que se han firmado desde 1919 hasta 2012. Esta oficina especializada de la ONU para el Trabajo, es una organización que promueve la justicia social y el respeto a los derechos básicos, derechos de segunda generación, condiciones que surgen precisamente de la relación empleador-obrero y que debe proteger el Estado, quien debe ponerse siempre del lado más débil, del lado del trabajador. También es un foro donde pueden discutirse alturadamente las nuevas relaciones que pueden surgir entre empresarios, dueños de las fábricas, talleres y comercios, y los obreros, dueños de la mano de obra.
La OIT entonces “fabrica” convenios consultando las posiciones que tienen los componentes de sus asambleas tripartitas. Es decir, reuniendo a delegados del Estado, de las empresas y de los trabajadores. Desde 1919 han sido rubricados 183 convenios internacionales que regulan otras tantas relaciones de trabajo en el mundo. Según la Organización Internacional del Trabajo, de esos 183 acuerdos Francia ratificó 115, Noruega 106, Alemania, al igual que nuestro país, 76 y los Estados Unidos 14. Eso explica, más o menos, porque se debe presumir que los trabajadores de EEUU están más desprotegidos que cualquier otro. Galeano lo explica muy meridianamente, cuando nos asegura que de los 900 mil trabajadores de Walmart, agregando también a los trabajadores de McDonalds, que son otros 900 mil, ninguno de ellos tiene derecho a sindicalizarse. ¿Entonces, quién defiende sus derechos?

Huelga estudiantil en España.

V
Los derechos humanos, y los laborales también, tienen una historia tan extensa como la de la civilización humana. Se tiene noticias de que la primera huelga de la historia se produjo en el antiguo Egipto. El visir, representante del faraón, y también encargado de la paga a los artesanos y trabajadores de Ramsés II, que laboraban en Deir el Medina, demoró más de 20 días en hacer efectiva esta contraprestación por el trabajo realizado por estos obreros. Esta huelga ocurrió en el año 1166 antes de nuestra era. Y digamos que, así ocurrió, que así se consiguieron derechos, pues poco a poco los trabajadores organizados, comenzaron a obtener satisfacciones y la curva ascendió más o menos hasta los años 50 y 60 del siglo pasado. Cuando estuvo vigente el Estado de Bienestar, un conjunto de condiciones que fueron pactadas por los dueños de los medios de producción y los partidos socialdemócratas, evidentemente a favor de proletariado.
Uno de los momentos más relevantes de esta singular historia ocurrió cuando los obreros de las fábricas del mundo occidental se percataron de que estaban trabajando en condiciones inhumanas de 12 a 14 horas diarias y comenzaron a tomar fábricas, a organizar manifestaciones y huelgas multitudinarias, hasta que “arrancaron” a los patronos y al Estado, la regulación de la Jornada de 8 horas. En el Perú, el gobierno de José Pardo reconoció este importantísimo derecho en 1919.

Huelga en Japón

VI
Mencionaba en otra entrada de este blog, cierta curva que recién nos indican que está descendiendo. De la pandemia podremos librarnos cuando baje la curva de infectados hasta el piso, digamos, y haya cero contagios e inclusive cero muertos. También en la curva histórica de los derechos humanos, de no tener derechos han transcurrido siglos de luchas y sufrimientos hasta tenerlos casi todos, y la curva ha sido ascendente, créanme, y como no hay nada perfecto, inclusive la historia de los derechos, no me resulta halagüeño reconocerlo, en la actualidad, hay un camino de bajada, muy de pendiente, porque los trabajadores están perdiendo cada vez más y más derechos.
La jornada de trabajo ya no es de ocho horas, luego tampoco a la semana se trabaja 48 horas. Alguna vez los franceses tuvieron una semana laboral de 35 horas, durante cerca de 10 años. No ocurría ni en las mejores utopías, Galeano dixit, porque vino el neoliberal Sarkozy y se acabó el sueño.
Algunos legisladores fujimoristas parapetados en la fuerza de su mayoría comprada y su músculo militar, en 1993, establecieron en una infame ley que el empleador podía unilateralmente modificar el horario de trabajo, si esta acción se justificaba con los resultados económicos que preveía para “su” empresa.
Alan Fairlie, en el artículo Proyectos de flexibilización laboral y mercado de trabajo regional del 21 de mayo del 2017, sostenía una verdad que con la emergencia sanitaria se ha mostrado palmariamente actual: “En el Perú, aumenta la precariedad del empleo en un contexto de alta informalidad, autoempleo y coexistencia de diferentes modos de producción.”

Manifestación pacífica y fraternal, París, siglo XIX

VII

De lo que se trata, lo que traman gobiernos y empresarios, es de flexibilizar las condiciones o relaciones del trabajador con la empresa.  Desde que el mundo es unipolar, y, por lo menos lo es hasta ahora, y las políticas neoliberales no tiene ningún contrapeso, los Estados y los empleadores han adoptado la idea de que las normas que protegen a los trabajadores son muy rígidas e impiden el desarrollo de mejores condiciones de trabajo, y, por tanto, flexibilizadas, con el pretexto de superar las crisis siempre recurrentes del capitalismo.
Roberto Bisio nos decía hace ocho años: “la flexibilidad laboral ha sido recomendada por economistas neoclásicos, asociaciones empresariales e instituciones financieras internacionales como pieza clave del recetario para salir de las crisis económicas. Tanto en la Europa endeudada como en los países que sufren la crisis endémica del subdesarrollo, la fórmula es la misma. Bajar los salarios, debilitar a los sindicatos y hacer más fácil para un empleador el despido de los trabajadores redundaría, según esta teoría, en la generación de más empleo, ya que los inversores perderían el temor a contratos de trabajo “rígidos”, etc., etc., etc.” Funciona, por supuesto, pero solo de un lado. Y para los de abajo, cada vez más hambre y menos empleos decentes.
 
Huelga en el Perú de 1901
Epílogo


¿Sirvió de algo que se inventaran las máquinas? ¿Sirvió que existiera la ilusión de que tendríamos más tiempo para el ocio productivo, para poder cultivarnos? Este artículo nos cuenta sucesos que vienen desde la época de la instalación de las primeras máquinas textiles en Londres o Manchester, años en los que se produjo el abandono del campo a favor de la ciudad que se industrializaba. También fueron años del cólera, el hacinamiento y la pobreza pasaron una gran factura a los pobres habitantes de las ciudades industrializadas británicas. El cólera fue una gran peste en esa época.
Ahora tenemos “mobbing” o “acoso laboral”, “services” o empresas tercerizadoras en limpieza y seguridad, empresas de reparto a domicilio o “delivery” que prosperan por la necesidad de miles de jóvenes desempleados, etc. Una grandísima cantidad de desempleados, subempleados y otro tanto de informales, nunca tendrán un trabajo decente. En esta época solo accederán, si se descuidan, a la aparentemente muy democrática covid-19. Y también al hambre. Y esto, que nuestros gobernantes siempre han aplicado muy obedientemente las recetas neoliberales.

viernes, 5 de junio de 2020

De nacionalismos, discriminación y actos de heroísmo

Napoleón Bonaparte



I
Recuerdo una notable anécdota sobre el singular carácter e inteligencia de Napoleón Bonaparte, uno de mis personajes históricos favoritos. El hecho apunta a resaltar el heroísmo, la valentía, la audacia, etc., como cualidades innatas de cualquier soldado - incluido Napoleón, claro está - y siempre desde la óptica de nuestro recordado general. Una vez, relatan sus biógrafos no oficiales, necesitaba urgentemente contar con los servicios de un espía. No se presentaron muchos voluntarios para tal encargo, pues tampoco había muchas plazas, y precisamente, no existían tantos espías en el ejército de su futura majestad imperial porque nadie había logrado establecerse con éxito tras las líneas enemigas y cumplir eficientemente con tal encargo.
Se requería, entonces, de cualidades muy especiales, cualidades con las que solamente debe contar un espía de calidad indiscutida. Le presentaron, durante el día, muchos candidatos y, cuando ya se acababa la fila de pretendientes, distinguió a un peculiar hombre que llamó sobremanera la atención del vivaz y pequeño corso. Tenía el rostro y las partes visibles del cuerpo repletas de marcas de arma blanca, laceraciones por proyectil de arma de fuego, cicatrices causadas por alambres de púas, era tuerto del ojo izquierdo y con una leve cojera en la pierna del lado izquierdo, vaya a saber uno por qué.
Era, a pesar de todo, un sujeto todavía interesante e imponente, aunque, en opinión de cualquier no especialista, inservible para el delicado y secreto encargo. Napoleón, sin embargo y contra todo pronóstico, le dio el empleo aduciendo que solo un hombre como él estaba dotado para superar cualquier obstáculo y solo habría que, para calificar merecidamente su valor e integridad – adujo el pequeño corso -, fijarse como quedaron los hombres que se le pusieron enfrente.
La toma de La Bastilla

II
Cuando mencionamos la palabra Chauvinismo, por lo general, aludimos a la exaltación o enaltecimiento exagerado de las cualidades o características de una determinada nación. Lo que coloquialmente conocemos como patrioterismo, entonces, tiene su origen en lo que podía resultar en el imaginario del pueblo francés, ser el modelo del soldado ideal de los ejércitos de Francia, siempre enfrentada, por querer exportar sus valores republicanos, con las monarquías conservadoras de Europa, incluyendo la que estaba al otro lado del Canal de la Mancha.
Más, cuando hubo que ir en busca del modelo o paradigma que reuniera todas las virtudes y cualidades de lo francés, porque se necesitaba un personaje muy especial para presentarlo como vivo ejemplo de las virtudes del pueblo galo y sus guerreros históricos - se me viene a la mente Vercingetórix -, o de cualquier miliciano de extracción popular que defendiera la República y sus valores, se eligió al nada real Nicolás Chauvin,
Se imaginó la existencia de un ciudadano que prestó servicios en el ejército de Napoleón que se llamaba Nicolás Chauvin y que tenía los méritos para ser el modélico soldado que encarnara las virtudes del soldado francés. No tenían que referirse al Soldado Desconocido como en otras tradiciones. Se dijo mucho, en salones y plazas, que el heroísmo de Chauvin era proporcional a su exhibicionismo y falta de modestia. Años más tarde, estas pretendidas cualidades fueron objeto de burla de los mismos que lo idolatraron en lugares que no encontraremos jamás heroísmo ni amor a la patria: en los lupanares y en los espectáculos del vodevil francés.
Pues bien, a lo que quería llegar era que el imaginado Chauvin, por sus merecimientos y ganas para combatir defendiendo a su patria, luciendo con orgullo sus heridas y mutilaciones, fue el elegido para ejemplificar al patriota francés, por lo que, en adelante, se identificó como chauvin a todos los soldados que tuvieran estas características.
Represión de las protestas en EE.UU.

III

Un ciudadano afroamericano llamado George Floyd fue intervenido por la policía de la ciudad de Minneapolis, detenido por la presunta entrega de un billete falsificado. Policía blanco, infractor negro. Uno de los agentes que lo intervino le aplicó un procedimiento inusual para inmovilizarlo y al cabo de 8 minutos y 46 segundos, George Floyd dejaba de respirar, dejaba de existir.
En diversas ciudades de Estados Unidos de Norteamérica, desde hace unos días son continuas las refriegas y los enfrentamientos de la población civil, afroamericana básicamente, votantes por los demócratas siempre, con la policía y con la guardia nacional y esperemos que no lleguen a chocar con el ejército, pues seguramente los acólitos de Trump aconsejarán sacarlo a las calles para conjurar la rebelión y las manifestaciones por el cobarde asesinato de Floyd.
Una sociedad que es sistemáticamente racista, porque los que más sufren las consecuencias del uso excesivo de la fuerza por parte de personal policial son los afroamericanos, siempre votantes de los demócratas. Una sociedad en la que seguramente seguirá campeando la injusticia y el abuso, es decir la impunidad, es nuevamente, escenario de brutalidad policial contra los más débiles y desprotegidos. El sistema de justicia no funciona, los policías tienen un poderoso sindicato que es a la vez un poderoso lobby y un desinteresado publicista de armas letales, y, para colmo de males, las administraciones que se suceden agregan más inseguridad e impunidad porque, por ejemplo, Trump deshabilitó por completo todas las medidas que Obama implementó para disminuir un poco esta violencia después de los ataques a ciudadanos negros que se produjeron en Ferguson y Baltimore. Policía blanco, presunto infractor negro.
Bueno, que esperar de una sociedad donde el sentimiento supremacista de los blancos no ha sido ni siquiera suavizado con las multitudinarias protestas civiles que arrancaron, a pesar de todo, derechos importantes y eliminaron, por ejemplo, el estatus de ciudadanos de segunda categoría que tenían los afroamericanos. Malcolm X y Martin Luther King, las dos opciones que se tenían para enterrar este maltrato histórico, fueron asesinados y no se sabe hasta la fecha quienes fueron los autores. Aunque se especula que, en el caso de Malcolm Little, líder de las Panteras Negras, afroamericanos como él, colaboraron, para su ejecución, con las fuerzas siniestras de siempre.
George Floyd es una de las tantas víctimas, no será la última. El racismo y la discriminación de los wasp comenzaron el mismo día que se asentaron los colonos ingleses del Mayflower en suelo americano. Policía blanco, ciudadano negro.
Martin Luther King tuvo un sueño.

IV
Paradójicamente, Trump está alimentando una especie de patrioterismo, desde que llegó al poder. Un sentimiento o un conjunto de sentimientos que calan muy bien con el espíritu norteamericano, porque desde su fundación especularon que había un Destino Manifiesto para ellos, algo así como sentirse la nación excepcional para dirigir los destinos el mundo.
Un estado de ánimo que si se administra en dosis suficientes la motivación para sacarlo a flote, alegando que hay que invadir tal o cual país, para aplastar a tal o cual tirano, proporcionará siempre suficientes voluntarios y multitudinarios apoyos, en, para colmo de males, una población compuesta por blancos y también por afroamericanos.
Con respecto a los afroamericanos, y enfocándonos solamente en la realidad que siempre ha vivido “el país de las libertades y la democracia”, recordemos con Atilio Borón que Gunnar Myrdal, economista sueco ganador del Premio Nobel, al investigar las causas del problema que representaban tanta discriminación y cifras que reflejaban tantísima desigualdad en la nación más poderosa del mundo, “concluyó su estudio diciendo que Estados Unidos tenía un problema, pero era de otro color: blanco.”
Malcolm X, la otra opción

V
Encontramos ésta definición en casi todos los diccionarios en línea: “El chauvinismo suele ser utilizado como arma política para persuadir a la población alimentando su sentimiento patriótico. Apela, en ese sentido, a la emoción por encima de la razón. Suele estar asociado a ideologías totalitarias, xenófobas y racistas, como, por ejemplo, el nazismo.” Nosotros agregaríamos: el trumpismo, que con su lema America first ganó el voto de los blancos empobrecidos básicamente por la competencia china que ellos mismos contribuyeron a construir cuando decidieron trasladar sus fábricas a China y otros países, porque pagaban mucho menos salarios, las ganancias eran fabulosas y, además, el futuro les sonreía a estos grandes empresarios globalizadores, pues tenían a su merced un mercado cautivo de más de mil millones de posibles consumidores. America First, entonces, es el sentimiento de quienes, como Donald Trump se sienten capaces de mantener una política exterior que pone el acento en el nacionalismo estadounidense (son la nación privilegiada), el unilateralismo (sancionan a todo el mundo con leyes cuya aplicación convierten en extraterritorial e intervienen matando a diestra y siniestra donde les da la gana), el proteccionismo (libre comercio y aranceles solo para los demás) y el aislacionismo.
VI
La violencia podría alcanzar cotas inimaginables si se cumple lo expresado por Trump, que acosado por su insania, su irresponsable tratamiento del coronavirus que ya ha producido cien mil muertes, los problemas económicos y estos recientes incidentes, le pueden pasar factura y perder en noviembre frente al anodino Biden, y peor, si es que cumple su promesa de balear a los manifestantes, que son mayoritariamente votantes por los demócratas.
Y como dice Roger Senserrich: “En todo caso, el mes de mayo en Estados Unidos ha acabado teniendo una pandemia como la de 1918, una depresión económica como la de 1929, y disturbios raciales como 1968. Si en otoño seguimos así, no sé qué presidente podría llegar a ser reelegido en estas circunstancias. Quizás Trump vuelva a tener suerte, pero ha tenido el peor mes que se le recuerda a un presidente (asesinatos aparte) desde enero de 1860”.

Protestas en Arequipa, por Tía María

VII
La violencia, digámoslo claramente, está desacreditada. Diríamos estigmatizada, todos los dirigentes y autoridades se sienten con el derecho de castigar y sancionar y poner en vereda, léase la cárcel, o balear a los manifestantes – a la gente que en EEUU protesta por el asesinato de Floyd y todo lo que representa - porque utilizan la violencia contra el sistema.
Pondremos, entonces ejemplos de actos violentos protagonizados por los que están abajo, que nos parecerían justificados. Los pobladores del valle que alberga la riqueza minera que explotará el proyecto Tía María, deciden manifestarse y cortan el tránsito en las carreteras aledañas al dichoso proyecto. ¿Por qué se “portan así”? Digamos, que entre muchas razones esgrimen dos que nos parecerían básicas: una, que no han sido consultados para que la minera siente sus reales en el valle y, dos, que las actividades de la empresa contaminarán de tal grado la tierra, los ríos, los humedales y hasta las aguas subterráneas, que acabará con su forma de vida y con sus subsistencias. ¿Cómo reacciona el Estado? Criminalizando la protesta y dotando a fiscales y jueces de poderes extraordinarios, para que, en nombre del abstracto Estado de Derecho, sancionen a los infractores con penas larguísimas de encierro. O que, como en el caso de un famoso alcalde de la provincia cusqueña de Espinar, violando ese mismo Estado de Derecho lo juzguen en jurisdicción distinta, digamos Ica, cuando apoyaba las protestas contra otra minera, la suiza Glencore y por las mismas razones.
VIII (y final)
El derecho natural legitima la violencia. Es una herencia de las teorías sobre el contractualismo como origen del Estado y la superación del Estado de Naturaleza de Hobbes, digamos, o el acuerdo de todos los ex buenos salvajes de Rousseau, de someterse a la voluntad general, pero sin renunciar a sus derechos naturales en una democracia igualitaria. ¿Qué es lo que se legitima? ¿la violencia o sus objetivos? Si la violencia es solo un mecanismo de defensa o si su aplicación solo persigue la sumisión de los gobernados, esa es una larga discusión.
Desigualdad y discriminación (tal vez seamos iguales en la partida, pero no en la llegada) son un problema histórico, un problema que atañe a la misma estructura del Estado. Así, desde la colonia. Recuérdense la República de indios y la República de españoles durante todo el coloniaje, sin mencionar el estatus diferente que adquirieron las etnias aliadas de los españoles y las que fueron enemigas de los incas; la postergación de los indios y mestizos que lucharon por la independencia y que solo fueron “carne de cañón”, ya que pelearon por ambos bandos; la fundación de la República en favor solo de los criollos; el Estado oligárquico o la República aristocrática del siglo XIX, etc.
Ahora mismo me acabo de enterar que las medidas de emergencia por la pandemia se han extendido, con sus prohibiciones inherentes, hasta el mes de setiembre y que la Casa Blanca mantendrá cerrados sus alrededores hasta el 10 de junio. No faltaba más!!!!